Informazioni
- Datazione: 1926-2002
- Luogo di nascita: Messina
- Note biografiche:
Leopoldo Di Leo nació en Messina, Italia en 1926 y falleció el 22 de junio de 2002 en Argentina. Trabajó como traductor en varias editoriales, entre ellas, el Centro Editor de América Latina, donde tradujo y prologó el célebre “Novellino”, obras de Leopardi, Salgari, Goldoni, Alfieri, Pirandello, Moravia, etc., publicando además su libro El Patachó (1971). En Ediciones Librería Fausto tradujo y prologó obras como Tres obreros, de Carlo Bernardi (trad.); Todos los poemas, de Quasimodo Salvatore. (trad.) y otras más. En 1971, sus cuentos ganaron el premio Fondo Nacional de las Artes.
Lo conocí en 1993 cuando era profesor de Cultura I y II en el CONSUDEC y ya por los años 96-97, cuando vivía en Capital Federal con su esposa María Elisa en un departamento de la calle Pavón, concurría a su casa como amigo para compartir muchas charlas que aún conservo en mi memoria. Fue un intelectual lúcido, leal a sus convicciones y reaccionario ante el corrupto sistema de aquel entonces. Aunque fue jurado en concursos literarios con escritores de la talla de Jorge L. Borges, nunca adhirió a ningún círculo para conservar lo que él llamaba “la independencia intelectual del sistema”.
Con el tiempo, y descreído de las editoriales, comenzó a imprimir sus propios libros, escribiéndolos y editándolos en su computadora que, bajo su propio sello editorial, “El Buen Ocio”, sumaron más de 50 volúmenes. En esta colección abordó casi todos los géneros, destacándose “Los Motetes” poesía computadorizada para los ojos- Hablemos en serio de mí; Cristales; Los higos; Los patos; Dique norte; El suplicio de la palabra; Trilogía de Bitinia y muchos más de su autoría, además de traducciones de autores italianos: El Alba de la poesía Italiana Antología. De los orígenes a Petrarca-; Con perfume a mujer y tufo de verdad Selección de cuentos italianos-; Cantos, de Leopardi; Cuentos del Decamerón, de Bocaccio; La hija de Yorio, de D' Annunzio; Roma sin Papa, de Morselli, etc.
Al leer sus obras las pocas que quedan en librerías o que haya vendido o regalado en forma particular- y compararlas con las de autores que aún giran en este bien llamado círculo literario, se comprende que la popularidad de los mismos se debe más a la obsecuencia a determinadas formas de “protocolo” entre escribientes que a un verdadero valor literario.